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Obispos.

Cristo Nuestro Señor, para dirigir el Pueblo de Dios y hacerlo progresar instituyo en la Iglesia diversos ministerios que están ordenados al bien del todo el Cuerpo (1 Corintios 12). El Señor llamó a los Apóstoles y los consagro y los hizo participes de su propia misión (Juan 20, 21).
Nuestros Obispos, sacerdotes y diáconos han sido ordenados por Obispos sucesores de los apóstoles (1 Corintios 6, 1) como “ayudantes de Dios”.

Los Obispos, como sucesores de los apóstoles, aceptaron la vocación de servir al Pueblo de Dios, conforme al corazón de Cristo Buen Pastor. Junto con todos los fieles y en virtud del bautismo, son, ante todo, discípulos y miembros del Pueblo de Dios. Como todos los bautizados, y junto con ellos, deben seguir a Jesús, Maestro de vida y de verdad, en la comunión de toda la Iglesia. Como Pastores, servidores del Evangelio, deben ser conscientes de ser llamados a vivir el amor a Jesucristo y a la Iglesia en la intimidad de la oración, y de la donación de sí mismos a sus hermanos, a quienes presiden en la caridad.

Nuestro Señor Jesucristo ha llamado a los Obispos, a promover por todos los medios la caridad y la santidad a todos los fieles. Deben empeñarse para que el pueblo de Dios crezca en la gracia mediante los sacramentos presididos por ellos mismos y por los demás ministros ordenados. Están llamados a ser maestros de la fe y, por tanto, a anunciar la Buena Nueva, que es fuente de esperanza para todos, a velar y promover con solicitud y coraje la fe católica. En virtud de la íntima fraternidad, que proviene del sacramento del Orden, tienen el deber de cultivar de manera especial los vínculos que los unen a sus presbíteros y diáconos. Sirviendo a Cristo y a la Iglesia mediante el discernimiento de la voluntad del Padre, para reflejar al Señor en su modo de pensar, de sentir, de hablar y de comportarse en medio de los hombres. En síntesis, los obispos deben ser testigos cercanos y gozosos de Jesucristo, Buen Pastor (Cf. Juan 10, 1-18).

Los Obispos, como pastores y guías espirituales de las comunidades encomendadas, están llamados a “hacer de la Iglesia una casa y escuela de comunión”. Como animadores de la comunión, tienen la misión de acoger, discernir y animar carismas, ministerios y servidores en la Iglesia. Como padres y centro de unidad, deben esforzarse por presentar al mundo un rostro de la Iglesia en la cual todos se sientan acogidos mejor que en su propia casa. Para todo el Pueblo de Dios, en especial para los presbíteros, deben ser padres, amigos y hermanos, siempre abiertos al dialogo.

Para crecer en estas actitudes, los obispos deben de procurar la unión constante con Nuestro Señor Jesucristo, cultivando la espiritualidad de la comunión con todos los que creen en Cristo y promover los vínculos de fraternidad con todos los cristianos. No pueden olvidarse que ellos son el principio y constructores de la unidad de su Iglesia particular y santificadores de su pueblo, testigos de esperanza y padres de los fieles, especialmente de los más pobres, y que su principal tarea es ser maestros de la fe, anunciadores de la Palabra de Dios y la administración de los sacramentos como servidores de la grey.
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Los Siete Sacramentos
Un Sacramento es un signo visible por medio del cual Dios nos santifica por medio de su Iglesia. Es un signo instituido por Jesucristo, por medio del cual se nos da o nos aumenta la gracia santificante, y nos concede las gracias necesarias para cumplir bien con nuestros deberes Cristianos. Es un signo externo por el cual Jesucristo nos da su amor y su misericordia.

Los siete Sacramentos corresponden a todas las etapas y todos los momentos importantes de la vida del cristiano: dan nacimiento y crecimiento, curación y misión a la vida de fe de los cristianos. La Eucaristía o Comunión ocupa un lugar único, en cuanto “Sacramento de los Sacramentos”, “Todos los otros sacramentos están ordenados a éste como a su fin” (Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, Números 1210 y ss).

Para recibir los sacramentos es necesaria una adecuada preparación para que quienes los reciban SEPAN lo que están haciendo y asuman EL COMPROMISO con el Evangelio y la Iglesia al RECIBIR los sacramentos.

Los Sacramentos son siete: Bautismo, Confirmación, Eucaristía o Comunión, Reconciliación o Penitencia, Unción de los enfermos, Orden Sacerdotal y Matrimonio.
Los tres primeros se llaman Sacramentos de Iniciación Cristiana:

1. BAUTISMO
2. CONFIMACIÓN
3. EUCARISTÍA O COMUNIÓN

* El Primero es el BAUTISMO: Es el Primer Sacramento mediante el cual la persona nace de nuevo por el agua y el Espíritu Santo. Nos hace hijos de DIOS y miembros de la Iglesia. Recibimos el Espíritu Santo, el Perdón de los pecados y somos Consagrados a ser Sacerdotes, Profetas y Reyes.
“Ustedes están en Cristo Jesús, y todos son hijos de Dios gracias a la fe. Todos se han revestido de Cristo, pues todos fueron entregados a Cristo por el Bautismo”. (Gálatas 3, 26-27), (Juan 3,5), (Hechos 2,38),(Romanos 6, 2-6).
Esta Iglesia reconoce como valido el Bautismo de otra Iglesia o denominación, siempre y cuando se haya realizado con agua y con la fórmula: “Yo te Bautizo en el Nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”. (Mateo 28, 18-20).
El Bautismo es uno y no tiene edad para recibirlo. A los mayores de 7 años requiere preparación.

* El Segundo es la CONFIRMACIÓN: El Cristiano recibe el Espíritu Santo y confiesa públicamente su Fe y su Compromiso de seguir y servir al Señor. Este Sacramento lo confiere el Obispo. Nos da el Espíritu Santo para que podamos ser semejantes a JESUCRISTO.
“Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en el mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido, como el de una violenta ráfaga de viento, que llenó toda la casa donde estaban, y aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y fueron posándose sobre cada uno de ellos. Todos quedaron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía que se expresaran.” (Hechos 2,2-4; 8,14-17; 19,6).
El curso del Sacramento de la Confirmación es después de la Comunión.

* El Tercer Sacramento es el SACRAMENTO DE LOS SACRAMENTOS, es la Santa EUCARISTÍA o La Sagrada COMUNIÓN: En éste Sacramento recibimos el Cuerpo, la Sangre, el Alma y Divinidad de JESUCRISTO como alimento espíritual para el perdón de los pecados, y tener el poder de resucitar eternamente. “Yo soy el pan de vida. Sus antepasados comieron el maná en el desierto, pero murieron: aquí tienen el pan que baja del cielo, para que lo coman y ya no mueran. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá para siempre. El pan que yo daré es mi carne, y lo daré para la vida del mundo. Los judíos discutían entre sí:. Jesús les dijo: < En verdad les digo que si no comen la carne del Hijo del Hombre y no beben su sangre, no tienen vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre vive de vida eterna, y yo lo resucitaré el último día>… este es el pan que ha bajado del cielo. Pero no como el de sus antepasados, que comieron y después murieron. El que coma este pan vivirá para siempre”. ( San Juan 6, 48-54), (Marcos 14, 22-24), (Mateo 26, 26-28), (Lucas 22, 19-20), (1 Corintios 10, 15-17).

La Santa Eucaristía es el Sacramento por el cual, el Bautizado es alimentado con el Verdadero Cuerpo y Sangre de Cristo. Este es el Centro y culmen del culto de nuestra Iglesia.
A partir de los 8 años empieza el curso de preparación para la comunión.
La Santa Eucaristía es el Sacramento que contiene real y verdaderamente a Cristo bajo las especies de pan y vino.
La Santa Misa es el sacrificio sacramental del Cuerpo y Sangre de Jesucristo, que se ofrece a Dios por ministerio del sacerdote en memoria y renovación del Sacrificio de la Cruz.
Los fines de la Santa Misa son: adorar a Dios, darle gracias, pedirle favores y pagar por nuestros pecados.
Comulgar es recibir al mismo Cristo en el Sacramento de la Eucaristía.
Para poder comulgar debemos guardar el ayuno Eucarístico y estar en gracia de Dios. Si tenemos algún pecado mortal, debemos confesarnos antes de recibir la Santa Eucaristía.
El ayuno Eucarístico se guarda no tomando alimento sólido o líquido, desde una hora antes de comulgar. El agua o las medicinas se pueden tomar en cualquier momento, porque no rompen el ayuno.

ORACIÓN A LA VIRGEN ANTES DE COMULGAR
He aquí, Madre amantísima, que voy a recibir el Cuerpo y la Sangre de tu divino Hijo Jesús, formados por obra del Espíritu Santo en tus purísimas entrañas. Dígnate avivar en mi espíritu aquella fe en Jesús que tú tuviste; enciende en mi corazón aquel amor con que le amaste y adoraste en tu seno virginal. Por pobre de merecimientos que esté mi alma y por mezquino que sea mi corazón, si tú lo preparas, Jesús se sentirá bien y se complacerá en él. Por el honor de tu divino Hijo, gloria tuya y bien de mi alma, prepara en mí un digno recibimiento y una digna morada para Jesús Sacramentado. Amén.

ORACIONES PARA DESPUÉS DE COMULGAR
TOMA, Señor, y recibe toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad; todo mi haber y poseer. Tú me lo diste: a ti, Señor, lo torno; todo es tuyo, dispón de ello conforme a tu voluntad. Dame tu amor y gracia, que esto me basta, sin que te pida otra cosa. Amén.

MÍRAME, ¡Oh mi amado y buen Jesús!, postrado en tu santísima presencia; te ruego con el mayor fervor que imprimas en mi corazón vivo sentimientos de fe, esperanza y caridad, verdadero dolor de mis pecados y propósito firmísimo de enmendarme; mientras que yo, con todo el amor y la compasión de mi alma, voy considerando tus cinco llagas, teniendo presente aquello que dijo de ti, oh buen Jesús, el santo Profeta David: <>.

ALMA DE CRISTO, santifícame.
Cuerpo de Cristo, sálvame.
Sangre de Cristo, embriágame.
Agua del costado de Cristo, lávame.
Pasión de Cristo, confórtame.
Oh mi buen Jesús, óyeme.
Dentro de tus llagas, escóndeme.
No permitas que me parte de ti.
Del maligno enemigo, defiéndeme.
En la hora de mi muerte, llámame.
Y mándame ir a ti, para que con tus santos te alabe por los siglos de los siglos. Amén.
VISITA AL SANTÍSIMO SACRAMENTO

V. En el cielo y en la tierra sea para siempre alabado.
R. El Corazón amoroso de Jesús Sacramentado.

Padre nuestro, Ave María y Gloria al Padre…
(Se repite 3 veces)

COMUNIÓN ESPIRITUAL

Jesús mío, creo firmemente que estás en el Santísimo Sacramento del altar. Te amo sobre todas las cosas y deseo tenerte en mi alma. Ya que ahora no puedo recibirte sacramentalmente, ven a lo menos espiritualmente a mi corazón. Como si ya hubieses venido, te abrazo y me uno todo a ti: no permitas que yo me separe de ti. Amén.

Los dos siguientes Sacramentos se llaman Sacramentos de CURACIÓN:

4. RECONCILIACIÓN, PENITENCIA O CONFESIÓN.
5. UNCIÓN DE LOS ENFERMOS.

* El Cuarto Sacramento es el de RECONCILIACIÓN, PENITENCIA o CONFESIÓN (Este cuarto Sacramento que celebra la Iglesia en favor de los cristianos y cristianas arrepentidos de sus pecados se conoce con varios nombres, aunque es el Sacramento de la Reconciliación el que mejor expresa su significado. Se le llama también Sacramento de la Penitencia: porque supone el arrepentimiento de los pecados. También se le llama Sacramento de la Confesión: porque en él se manifiesta ante el sacerdote el pecado cometido. Asimismo, recibe el nombre de Sacramento del Perdón: porque hace presente el perdón de Dios y de la Iglesia. Y también se le llama Sacramento de la Conversión: porque compromete a un cambio de vida.): Obtenemos el perdón de los pecados por el arrepentimiento y la confesión de nuestros pecados.“Yo les digo: <>.(Marcos 1,14-15), (Mateo 16, 18-19; 18, 18), (Juan 20, 22-23).

Los creyentes confiesan sus pecados y reciben el Perdón y la Paz de Dios por medio de la absolución del sacerdote.

YO PECADOR
Yo confieso ante DIOS Todopoderoso y ante ustedes hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión. << nos golpeamos el pecho >> Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa. Por eso ruego a Santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a ustedes hermanos que intercedan por mi ante DIOS, nuestro Señor. Amén.

ACTO DE CONTRICIÓN
Señor mío JESUCRISTO, DIOS y Hombre verdadero, me pesa de todo corazón de haber pecado, porque he merecido el infierno y perdido el cielo, y sobre todo porque te ofendí a Ti, que eres tan bueno y que tanto me amas, y a quien yo quiero amar sobre todas las cosas.
Propongo firmemente, con tu gracia, enmendarme y alejarme de las ocasiones de pecar, confesarme y cumplir la penitencia. Confío en que me perdonarás por tu infinita misericordia. Amén.

VISITA NOCTURNA A JESUCRISTO

Quédate con nosotros, Señor, esta noche. Quédate para adorar, alabar y dar gracias por nosotros mientras dormimos; para hacer que baje del cielo tu misericordia sobre el mundo; para socorrer, desde los Tabernáculos de la tierra, a las benditas almas que sufren en el Purgatorio su prolongada noche de dolor y de pena.
Quédate con nosotros para apartar la justa ira de Dios de nuestras populosas ciudades que, con sus densísimas nubes de vicios y crímenes, claman venganza al cielo.
Quédate con nosotros, para guardar a los inocentes, para sostener a los tentados, para levantar a los caídos, para subyugar el poder del demonio, para impedir el pecado.
Quédate con nosotros para confortar a los que sufren, para bendecir a los que yacen en el lecho del dolor, para dar contrición a los que mueren, para recibir en los brazos de tu misericordia a las miles de almas que se presentan ante Ti para ser juzgadas.
¡Oh Buen Pastor!, quédate con tus ovejas; defiéndelas de los peligros que las rodean y amenazan. Pero sobre todo, quédate con los que sufren y con los agonizantes. Danos una noche tranquila y un fin perfecto. Sé nuestro misericordioso Padre hasta lo último, para que sin temor alguno podamos aparecer delante de Ti como nuestro Juez. Amén. (Tres Avemarías).

CONDICIONES PARA UNA BUENA CONFESIÓN

Las condiciones para una Buena Confesión son cinco:

1. Examen de conciencia
2. Dolor de los pecados.
3. Propósito de no volver a pecar.
4. Decir todos los pecados al confesor.
5. Cumplir la penitencia impuesta por el confesor.

Debemos confesar todos los pecados mortales cometidos después del Bautismo, o después de nuestra última confesión.
ORACIÓN ANTES DEL EXAMEN DE CONCIENCIA

Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estás aquí, que me ves, que me oyes. Te pido la gracia de examinar sinceramente y conocer con verdad mi conciencia descubriendo todos mis pecados y miserias: dame la fortaleza de confesarlos con toda fidelidad y verdad para alcanzar ahora tu perdón y la gracia de la perseverancia final. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
EXAMEN DE CONCIENCIA

1.       ¿Conozco bien las principales verdades de la Fe Católica? ¿Las he negado o he dudado de ellas alguna vez?
2.       ¿Creo en supersticiones? ¿Acepto doctrinas contrarias a lo que enseña la Santa Madre Iglesia?
3.       ¿He comulgado alguna vez con conciencia o con duda de pecado mortal? ¿Cuido el ayuno eucarístico?
4.       ¿He faltado a la Santa Misa los Domingos o días de precepto por culpa mía?
5.       ¿Cumplí con los días de ayuno y abstinencia?
6.       ¿He callado en la confesión, a sabiendas, algún pecado mortal?
7.       ¿Manifiesto respeto y cariño hacia mis padres, familiares y superiores?
8.       ¿Utilizo medios artificiales para cegar las Fuentes de la vida? ¿He provocado el aborto?
9.       ¿Atiendo bien mi hogar y me preocupo del bien material y espiritual de mi esposa(o) y de mis hijos?
10.   ¿He dado mal ejemplo a quienes me rodean? ¿Los he inclinado o ayudado a cometer algún pecado?
11.   ¿Corrijo con enojo o injustamente a mis hijos o a otras personas?
12.   ¿Peleo frecuentemente con otros? ¿Cuándo pienso que alguien me ha ofendido, ¿tardo en perdonarlo?
13.   ¿Procuro ayudar a resolver los problemas de los demás? ¿He negado mi ayuda cuando me la piden?
14.   ¿Descuidé mis deberes familiares y cívicos? Por ese descuido, ¿fui causa de que otros no cumplieran con los suyos?
15.   ¿He hecho daño a otros de palabra o de obra?
16.   ¿Siento odio o rencor contra alguien?
17.   ¿Me he embriagado? ¿He animado a otros a hacerlo? ¿Comí más de lo necesario?
18.   ¿He ingerido drogas u otros estimulantes que dañen mi salud?
19.   ¿He realizado actos impuros? ¿Solo, o con otra persona?
20.   ¿He aceptado pensamientos o miradas obscenas?
21.   ¿Me he puesto voluntariamente en peligro de pecar, por ejemplo, viendo fotografías, películas o programas de televisión, o leyendo revistas y novelas inmorales?
22.   ¿He tomado o retenido dinero o cosas que no son mías?
23.   ¿He devuelto a tiempo las cosas prestadas o he tardado en devolverlas, causando daño con ese retraso a quien me las prestó?
24.   ¿He engañado a otros cobrando más de lo debido?
25.   ¿Doy limosna según mis posibilidades?
26.   ¿He malgastado el dinero en vanidades o caprichos, o comprado cosas necesarias o que van más allá de mis posibilidades?
27.   ¿He dicho mentiras? ¿Con algunas de ellas he perjudicado a otros?
28.   ¿He hablado o pensado mal de otros? ¿Levanté falsos testimonios contra alguien?
29.   ¿He tenido envidias? ¿He sido orgulloso? ¿Desprecié a otros?
30.   ¿Me dejé llevar por la pereza sin darme cuenta de que es uno de los vicios capitales?
31.   ¿Trabajo con cuidado y responsabilidad, y cumplo puntualmente con mis horarios?
32.   ¿Ofrezco a Dios mi trabajo cada día? ¿Me acuerdo de Dios, cuando menos, por la mañana y por la noche?

RITO PARA LA RECONCILIACIÓN
DE UN SOLO PENITENTE

1. Saludo.
El sacerdote recibe al penitente con el saludo acostumbrado. El fiel se santigua diciendo:
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Sacerdote. Que Dios te conceda reconocer tus pecados y confiar en su infinita misericordia.

Penitente. Amén.

2. Lectura de la Palabra de Dios (opcional).
3. Confesión.
El penitente confiesa todos sus pecados.
Al terminar, el sacerdotal le impone la penitencia.

ORACIÓN DEL PENITENTE
Para manifestar su arrepentimiento y propósito de enmienda, el penitente dice alguna oración, a elección, con éstas o semejantes palabras:

+ Dios mío, me arrepiento de todo corazón porque te he ofendido a Ti, que eres tan bueno; propongo firmemente no volver a pecar, evitar las ocasiones de ofenderte y cumplir la penitencia.
+ Misericordia, Dios mío, por tu bondad; por tu inmensa compasión borra mi culpa; lava mi delito, limpia mi pecado.
+ Señor Jesús, Hijo de Dios, ten compasión y misericordia de mí, que soy un pecador.

4. Absolución.
El sacerdote, con la mano extendida sobre la cabeza del penitente, dice: Dios, Padre misericordioso, que reconcilió al mundo consigo por la muerte y resurrección de su Hijo, y envió al Espíritu Santo para el perdón de los pecados, te conceda, por el ministerio de la Iglesia, el perdón y la paz. Y YO TE ABSUELVO DE TUS PECADOS MAL CONFESADOS Y OLVIDADOS, EN EL NOMBRE DEL PADRE Y DEL HIJO + Y DEL ESPIRITU SANTO.
El penitente responde: Amén.

5. Alabanza a Dios y despedida.
El penitente reconoce la misericordia de Dios y la da gracias con una breve invocación. Luego el sacerdote lo despide en paz.

Sacerdote. Da gracias al Señor, porque es bueno.
Penitente. Porque es eterna su misericordia.
Sacerdote. El Señor ya te perdonó tus pecados; vete en paz y no vuelvas a pecar.
Penitente. Amén.

* El Quinto Sacramento es la UNCIÓN DE LOS ENFERMOS: Para obtener la salud corporal y espiritual. Este Sacramento se realiza por medio de la unción de los enfermos en la casa o en el hospital según nos lo mandan los Evangelios.
“¿Hay entre ustedes alguno desanimado? Que rece. ¿Está alguno alegre? Que cante himnos a Dios. ¿Hay alguno enfermo? Que llame a los ancianos de la Iglesia, que oren por él y lo unjan con aceite en el nombre del Señor. La oración hecha con fe salvará al que no puede levantarse y el Señor hará que se levante; y si ha cometido pecados, se le perdonarán”. (Santiago 5, 13-15).

Y los dos últimos Sacramentos ORDEN SACERDOTAL Y MATRIMONIO, se llaman SACRAMENTOS DE SERVICIO A LA COMUNIDAD.

* El Sexto Sacramento ORDEN SACERDOTAL U ÓRDENES SAGRADAS: Algunos miembros de la Iglesia son llamados por Jesús, para servir a los miembros de la Iglesia. Los escogidos para los Ministerios son Consagrados para servir permanentemente en la Iglesia. Son Ordenados para Ensenar y Predicar la Palabra de Dios, para Santificar y para Guiar al Pueblo de Dios, teniendo como modelo y regla suprema a Nuestro Señor Jesucristo y, el ejemplo de los apóstoles y de los padres de la Iglesia.
“Vean, pues, en nosotros a servidores de Cristo y administradores de las obras misteriosas de Dios”. (1 Corintios 4, 1-2).
“Por su parte, los once discípulos partieron para Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Cuando vieron a Jesús, se postraron ante él, aunque algunos todavía dudaban. Jesús se acercó y les habló así: Me ha sido dada toda autoridad en el Cielo y en la Tierra. Vayan, pues, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos. Bautícenlos en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñeles a cumplir todo lo que yo les he encomendado a ustedes. Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin de la historia.”
(San Mateo 28, 16-20).

El Séptimo Sacramento MATRIMONIO: Es la alianza entre el hombre y la mujer de amarse y servirse como marido y mujer para toda la vida. La pareja unida en Matrimonio, por su amor son signo del amor de Cristo por su Iglesia y de la Iglesia por JESUCRISTO.
“El hombre es cabeza de la mujer, como Cristo es cabeza de la Iglesia, cuerpo suyo, del cual es asimismo salvador. Que la esposa, pues, se someta en todo a su marido, como la Iglesia se somete a Cristo.
Maridos, amen a sus esposas como Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella. Y después de bañarla en el agua y la Palabra para purificarla, la hizo santa, pues quería darse a sí mismo una Iglesia radiante, sin mancha ni arruga ni nada parecido, sino santa e inmaculada.
Así deben también los maridos amar a sus esposas como aman a sus propios cuerpos: amar a la esposa es amarse a sí mismo”. (Efesios 5, 23-28), (Tobías 8, 5-10).

“Todos nuestros Sacramentos realizados en nuestra Iglesia son válidos, aunque alguno diga lo contrario”.

6. Política en la Iglesia.
En el Nuevo Testamento se habla de la Iglesia, refiriéndose a un grupo de creyentes de una ciudad o de una región o a todos los creyentes en el Señor Jesús. (Apocalipsis 1, 2 y 3).
La Iglesia es una institución Divina y humana. San Pablo decía: “Llevamos este tesoro en vasijas de barro”. (2 Corintios 4). Y San Agustín sostenía: “La Iglesia es Santa y Pecadora”. Es Santa porque esta asistida por el Espíritu Santo, comprada por la sangre de Cristo y mantenida por el Amor de Dios Padre. Sin embargo está formada por hombres y mujeres de carne y hueso que hacemos todo aquello que no queremos y dejamos de hacer aquello que si queremos. (Romanos 7, 15-24).
La Iglesia siendo Una, es como un árbol que tiene muchas ramas o como un cuerpo que tiene muchos miembros. ¿Pueden las ramas despreciarse entre sí? O ¿los miembros del cuerpo rechazar a los demás? Desde el tiempo de los apóstoles, la Iglesia ha experimentado divisiones (basta con leer Hechos de los Apóstoles, capitulo 15 y 1 de Corintios 1, 10-16).
En Nuestro Tiempo hablamos de la Iglesia Ortodoxa, Antigua, Romana y Protestante. Otros hablan de Católicos y No-católicos. En realidad todos somos cristianos. ¡Pero divididos por intereses personales, políticos y económicos o por que se han desviado del Camino!
¡El mayor deseo de Nuestro Señor Jesucristo es que todos estemos unidos! “Que todos seamos uno, así como el Padre y Yo somos Uno”. (Juan 17,21).

En los Misioneros Guadalupanos
, tenemos los mismos sentimientos de Nuestro Señor Jesucristo. (Filipenses 2, 5)
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Con la luz del Señor Resucitado y con la fuerza del Espíritu Santo, nos sentimos llamados a promover el Amor de Dios a nuestro prójimo, especialmente a los pobres y necesitados. Siendo portadores del entendimiento y unidad sin distinción entre personas, comunidades, razas, idiomas y culturas, a través del dialogo y del reconocimiento de los valores presentes en cada realidad, tratando de asumir el estilo de Nuestro Señor Jesucristo, sien
do fieles al Evangelio, leído e interpretado desde una actitud de disponibilidad total a su Palabra y sensibilidad a los signos de los tiempos.


Manteniendo íntegra nuestra identidad como católicos, nosotros trabajamos por tener una sólida estructura espiritual y vivir toda nuestra vida animados por la fe, la esperanza y la caridad. Reconocemos los dones y riquezas existentes en otras congregaciones y organizaciones religiosas cristianas y católicas, así como los valores presentes en otras tradiciones cristianas y culturales.

Desde esta perspectiva de futuro y contemplando los retos de este mundo contemporáneo, todos los bautizados debemos tomar conciencia de que hemos sido configurados con Cristo sacerdote, profeta y pastor, por el sacerdocio común del pueblo de Dios. Y debemos sentirnos corresponsales en la edificación de una nueva sociedad según los criterios del Evangelio, con entusiasmo y audacia, en comunión con todos los discípulos y misioneros de Cristo, Camino, Verdad y Vida, para que nuestras vidas tengan vida en El. Quien me sigue no anda en tinieblas, dice el Señor. Estas palabras son de Cristo, con las cuales nos aconseja imitemos su vida y sanas costumbres, si queremos ser verdaderamente como El.

Conservando nuestra pertenencia, amor y comunión con la Iglesia católica y, en el ejercicio de los derechos y obligaciones que la misma legislación eclesiástica reconoce a los fieles cristianos, de fundar y dirigir asociaciones mediante un acuerdo privado, en las que los fieles, clérigos o laicos, o clérigos junto con laicos, tanto personal como asociadamente, trabajan para que el mensaje divino de salvación sea conocido y recibido por todos los hombres en todo el mundo, fomentando una vida más perfecta, realizando actividades de apostolado y emprendiendo iniciativas para la evangelización, para el ejercicio de obras de piedad o de caridad y para la animación con espíritu cristiano del orden temporal (Cf. Cánones 215, 216, 225, 298 y 299). Nosotros fundamos la Comunidad de Misioneros Guadalupanos.

Nuestra Comunidad Misioneros Guadalupanos, a pesar de las deficiencias y limitaciones de algunos de sus miembros, ha dado siempre un buen testimonio de Cristo, anunciando su Evangelio y brindando su humilde servicio de caridad particularmente a los más pobres, en el esfuerzo por rescatar y promover su fe católica.

Estamos convencidos de que, a pesar de nuestro esfuerzo por trabajar por las almas, en un clima de fraternidad y amor, de libertad y confianza, así como el compromiso activo que asumimos por enriquecer nuestra vivencia de fe católica, incluyendo una serie de valores propios de las otras tradiciones cristianas, como parte de nuestro compromiso ecuménico, Que todos sean uno, lo mismo que lo somos tu y yo, Padre y que también ellos vivan unidos a nosotros para que el mundo crea que tú me has enviado (Juan 17,21); no estamos atentando en contra de la Unidad Eclesial, sino, simplemente, estamos respondiendo a la llamada de nuestra vocación y promover el mensaje de Nuestro Señor Jesucristo, especialmente a los que se han alejado de la Iglesia por diversas circunstancias y de aquellos que se sienten desilusionados o abandonados o que no encuentran un espacio donde se identifiquen, se expresen o se realicen.


Identificados plenamente e íntegramente con la tradición católica, nosotros como Iglesia y organización religiosa nos adherimos fielmente a las Sagradas Escrituras, a las Declaraciones y Formulas Ecuménicas de la Iglesia Universal, aceptamos la Enseñanza de los Padres del Concilio Ecuménico Vaticano II, y el Catecismo de la Iglesia Católica, promulgado por el Santo Papa Juan Pablo II, como regla segura para la Enseñanza de la Fe y como Instrumento válido y legi­timo al servicio de la Comunión Eclesial; a las Declaraciones de Medellín, de Puebla y de Aparecida. Y demás Textos cualificados y normativos del Magisterio, dentro de la Tradición de la Iglesia. Y también nos regimos por el Nuevo Código de Derecho Canónico, promulgado por el Santo Papa Juan Pablo II, el 25 de enero de 1983. Asi­ como el contenido doctrinal dogmático Lex Credendi, la tradición litúrgica y espiritual Lex Orandi, y los principios y valores fundamentales que deben inspirar la vida, la acción pastoral y comunitaria.

No obstante, enfatizamos los siguientes puntos.
Consideramos que el aspecto fundamental que garantiza la unidad, por encima de todos los elementos jurídicos, es el principio de comunión que tiene su origen en el don del Espíritu dado a cada creyente, pues de esa forma, se logra llegar a reconocer, con la debida apertura y libertad, la acción creadora y original de la gracia, que se manifiesta en el sensus fidei eclesiae del Pueblo de Dios.

Reflexionamos que, como alternativa a los modelos autoritarios o democráticos de gestión eclesial, dentro de la estructuración de la comunidad, debe prevalecer el mecanismo del consenso, alcanzado por medio del proceso de discernimiento, siguiendo el buen ejemplo de las primeras comunidades cristianas.

Reconocemos que cada comunidad debe gozar de la debida autonomía para poder asumir sus responsabilidades, configurándose de acuerdo a las situaciones y contextos concretos en que vive, manteniendo, sin embargo, cada uno de los elementos fundamentales de la misión.

Estamos convencidos que dentro de nuestra comunidad, aun cuando sea indispensable la existencia de un sistema disciplinar, este tiene que ajustarse a los principios evangélicos y reflexionar con claridad en su mentalidad, en su estilo de aplicación, en el trato de cada una de las personas y en el ejercicio de toda forma de autoridad, las actitudes proclamadas por Nuestro Señor Jesucristo, entre las que queremos subrayar: la de no sustituir a Dios en el juicio, la de perdón, la de misericordia, la de compasión, la de tolerancia, la de pluralismo y personalización.

Sin dañar; nuestra identidad católica, nosotros, deseamos enriquecer nuestra espiritualidad con algunos elementos provenientes de la tradición ortodoxa. Y del sano pensamiento de algunos santos de nuestra Iglesia católica, como San Benito, San Francisco de Asís, San Ignacio de Loyola, San Juan Bosco, entre otros.

La preocupación por la fidelidad a la doctrina desarrollada durante los siete primeros Concilios Ecuménicos. La actitud contemplativa y alofónica que debe animar la vida, el culto, la reflexión, y las demás actividades religiosas de la misión. El énfasis que se hace en el carácter de la fe, en la relación viva con Jesucristo y en la vivencia de los carismas dados por el Espíritu. El reconocimiento de la libertad del cristiano y las consecuencias que ello tiene para la forma en que se configura el estilo de vida, para el desarrollo de la responsabilidad personal.

Por último, consideramos que nuestra misión específica, tanto espiritual como apostólica, se relaciona con el futuro de la Iglesia, y por lo mismo, pertenece al orden escatológico, sin embargo, enfatizamos que, el compromiso de nuestra acción misionera es característica fundamental de nuestra comunidad. Teniendo conciencia de que nuestra misión no tiene fronteras sino, como actitud de oblación personal de cada uno de nosotros y como tipo de acción y compromiso apostólico, se dirige a todas las personas, sin ninguna clase de distinción o discriminación, pero privilegiando a quienes sufren espiritualmente, a quienes buscan el sentido de su vida y tienen dificultad de encontrarlo y a quienes son víctimas de la división y de la marginación, a los que se han alejado de la Iglesia por diversas circunstancias y de aquellos que se sienten desilusionados o abandonados o que no encuentran un espacio donde se identifiquen, se expresen o se realicen.

Dado que estas actitudes y este estilo de acción, coinciden con la pobreza de espíritu requerida por Nuestro Señor Jesucristo en el Evangelio como condición para recibir el Reino; nosotros sentimos la urgencia de transmitir y difundir entre todas las personas, razas, culturas y mentalidades, esta vocación.


Asimismo, reconocemos en María Santísima el Modelo de la actitud que Dios quiere que asumamos y, nos identificamos en su misión de traer a Cristo al mundo, y de la misión de la que hemos sido hechos participes. Por eso, hacemos nuestra la respuesta que dio al Arcángel Gabriel Fiat mihi secundum verbum tuum. Hágase en mí, según tu Palabra y que marcó el inicio de la Nueva Creación, junto con el punto inspirador de la total confianza y de la radical disponibilidad que debemos mantener hacia Nuestro Señor Jesucristo. Además, nos sentimos herederos del don que hizo Jesucristo desde la cruz, de acogerla como nuestra Madre y de ser acogidos por Ella como sus hijos, por lo que constantemente nos consagramos a Ella con la formula -Mater Mea, Totus Tuus, Semper Tuus- , y con el canto -Salve Regina, Mater Misericordiae, vita, dulcedo, et spes nostra, salve. Ad te clamamus exsules filii Hevae. Ad te suspiramos gementes et flentes, in hac lacrymarum valle. Eia, ergo, advocata nostra, illos tuos misericorde oculos ad nos converte. Et Iesum, benedictus fructum ventris tui, nobis post hoc exsilium ostende. O clemens, o pia, o dulcis Virgo Maria- . Y terminamos con la jaculatoria: -Ora pro nobis, sancta Dei Genitrix. Ut digni efficiamur promissionibus Christi- . Nos refugiamos en su Inmaculado Corazón y la invocamos como Auxilio de todos los Cristianos.

Y de una manera muy privilegiada nosotros nos sentimos portadores del Milagro del Tepeyac, con sus apariciones. Cuando Ella, en la advocación de Nuestra Señora de Guadalupe se le aparece y le habla en nahuatl a San Juan Diego, diciéndole: Sabe y ten entendido, tú el más pequeño de mis hijos que soy la Siempre Virgen Santa María, Madre del Verdadero Dios por quien se vive; del Creador cabe en quien está todo; Señor del Cielo y de la tierra. Deseo vivamente que se me erija un Templo, para en el demostrar y dar todo mi amor; compasión, auxilio y defensa, pues yo soy vuestra piadosa madre, a ti, a todos vosotros juntos moradores de esta tierra y a los demás amadores míos que me invoquen y en mi confíen; oirá allí­ sus lamentos, y remediare todas sus miserias, penas y dolores. (Cf. Antonio Vareriano. Nican Mopohua en lengua Nahua, Ciudad de Mexico. Ed. Luis Lasso de la Vega, Mexico 1649, fr. Primo Feliciano Velásquez, México, 1926, Ver 44-49).

También para nosotros, la Santa Eucaristía es el lugar privilegiado del encuentro del discípulo misionero con Nuestro Señor Jesucristo. Con este Sacramento, Jesucristo nos trae hacia si­ y nos hace entrar en su dinamismo hacia Dios y hacia el prójimo. Hay un estrecho vínculo entre las tres dimensiones de la vocación cristiana: creer, celebrar y vivir el misterio de Jesucristo, de tal modo que la existencia cristiana adquiere verdaderamente una forma eucarística. La Santa Eucaristía es para nosotros la fuente inagotable de la vocación cristiana es, al mismo tiempo, fuente inextinguible del impulso misionero. Allí el Espíritu Santo fortalece la identidad del discípulo y despierta en el la decidida voluntad de anunciar con audacia a los demás lo que ha escuchado y vivido. Además, reconocemos en la Sagrada Eucaristía la consumada expresión de la dimensión sacramental de nuestra fe, de nuestra vida y de todo nuestro actuar. Por lo mismo, esta tiene una gran importancia en la vida de cada uno de los miembros de nuestra comunidad y la Adoración al Santísimo Sacramento constituye el marco de toda nuestra espiritualidad y de los actos de piedad que realizamos.

Es muy importante para nosotros la oración personal y comunitaria, porque es el lugar donde el discípulo misionero es alimentado por la Palabra y la Santa Eucaristía, cultivando una relación de profunda amistad con Nuestro Señor Jesucristo y es ahi­ donde asume la voluntad del Padre. La oración diaria es un signo del primado de la gracia en el itinerario del disci­pulo misionero.

Reconocemos que Nuestro Señor Jesucristo está presente en medio de una comunidad viva en la fe y en el amor fraterno. Pues, es ahí­, donde El cumple su promesa: -Donde estén dos o tres reunidos en mi Nombre, allí­ estoy yo, en medio de ellos- (Mateo 18, 20). Está en todos los discípulos misioneros que procuran hacer suya la existencia de Nuestro Señor Jesucristo, y vivir su propia vida escondida en la vida de Cristo. (Cf. Colosenses 3,3). Ellos experimentan la fuerza de su resurrección hasta identificarse profundamente con El: “Ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mi” (Gálatas 2, 20). Está en los Pastores, que representan a Cristo mismo (Cf. Mateo 10, 40; Lucas 10, 16). Los Obispos han sucedido, por institución divina, a los Apóstoles como Pastores de la Iglesia, de modo que quien los escucha, escucha a Cristo, y quien los desprecia, desprecia a Cristo y a quien le envió. Está en los que dan testimonio de lucha por la justicia, por la paz y por el bien común, algunas veces llegando a entregar la propia vida, en todos los acontecimientos de la vida de nuestros pueblos, que nos invitan a buscar un mundo más justo y más fraterno, en toda realidad humana, cuyos límites a veces nos duelen y agobian.



También encontramos a Nuestro Señor Jesucristo de un modo especial en los pobres, afligidos y enfermos (Cf. Mateo 25, 37-40), que reclaman nuestro compromiso y nos dan testimonio de fe, paciencia en el sufrimiento y constante lucha para seguir viviendo. Sin olvidar, ¡Cuantas veces los pobres y los que sufren realmente nos evangelizan! En el reconocimiento de esta presencia y cercanía, y en la defensa de los derechos de los excluidos se juega la fidelidad de la Iglesia a Jesucristo. El encuentro con Nuestro Señor Jesucristo en los pobres es una dimensión constitutiva de nuestra fe en Jesucristo. De la contemplación de su rostro sufriente en ellos y del encuentro con El en los afligidos y marginados, cuya inmensa dignidad El mismo nos revela, surge nuestra opción por ellos. La misma adhesión a Jesucristo es la que nos hace amigos de los pobres y solidarios con su destino.



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Missionaries of Guadalupe of the Holy Catholic and Apostolic Church.
La iglesia Católica Antigua  de los Misioneros Guadalupanos es miembro constituyente de la Iglesia Una, Santa Católica y Apostólica fundada por Nuestro Señor Jesucristo, la cual une a todos los cristianos a través del mundo y de la  historia, y que  está por encima de toda denominación (1 Corintios 12, 12-31).
Estamos en comunión espiritual con todos los creyentes que adoran al Padre en espíritu y verdad como nos lo enseñó  Jesús, Nuestro Maestro (Juan 4, 23).
Nuestro Obispo es su Excelencia, Mons. José Luis Ramirez, MG  y su Sede episcopal, está en la ciudad de Bakersfield,  California, Estados Unidos de América.
NUESTRA MISION ES LA FE.
Predicamos y Celebramos la Fe siempre antigua y siempre nueva de la Iglesia. "Sin Fe es imposible agradarle a Dios" (Hebreos 11, 6).
NUESTRA VISION:
Que todos conozcan a Cristo y lo sigan. "Jesús dijo: Yo soy la luz del mundo: el que me sigue, no andará en  tinieblas, mas tendrá la lumbre de la vida" (Juan 8, 12). Juntos como hermanos caminamos al encuentro del Señor.

4 comentarios:

  1. Excelente texto felicitaciones su Excelncia

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  2. LO CONTENIDO EN ESE TEXTO, PERTENECE A LA VERDADERA IGLESIA CATÓLICA

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  3. La iglesia es jerárquica, no democrática. Y si no estan a la guia de pedro.no pueden hacerse llamar catolicos.cristianos si.pero no catolicos,ya decia el padre Antonio Zambrano. CATÓLICO IGNORANTE, SEGURO PROTESTANTE.
    animo mi jente que no nos engañen.tristemente vemos como abusan de la ignorancia y hambre de dios sobre todo los migrantes.
    Quiero aclara que ya dijo dios.
    Donde 2 o 3 se reúnan en mi nombre,ahí estoy yo.
    Que dios los guíe e ilumine con la verdad.

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