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El Bautismo:
Por el Bautismo, Cristo perdona todos nuestros pecados y nos configura consigo, muerto y resucitado; nos introduce como
miembros vivos en su Iglesia, el pueblo de Dios de la Nueva Alianza. Por el
Bautismo la Iglesia da a luz al cristiano, que en ese momento nace a la vida
divina como verdadero hijo del padre. Para entrar en comunión vital con Dios,
hay que renacer por el agua y el Espíritu.
El bautizado debe vivir unas tareas específicas:
- Vivir las obras de la luz en medio de las tinieblas.
- Luchar contra las obras y estructuras de la injusticia.
- Vencer el choque con el príncipe de este mundo.
- Enfrentarse rebeldemente a la estructura del pecado.
- Buscar afanosamente las solidaridades de los hombres y grupos sociales que lleven en sus manos el futuro de la historia nueva.
El Reino de Dios, al que se ha dado crédito y según el cual
se ha orientado la opción fundamental de la vida, lleva consigo una práctica
muy concreta. La conversión bautismal sólo es verdadera cuando se vive la fe,
que actúa por la caridad, y ésta sólo es verdadera cuando fructifica en obras.
Ritual de los sacramentos. Pp. 9-10
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